El impacto provocado por la pandemia derivada del ahora tan familiar COVID-19, es innegable en todos los países del mundo. Se trata de un hecho notorio, que no requiere comprobación por ser tan evidente y manifiesto. Nadie puede negar su existencia y la alteración provocada a la realidad a la que pertenecíamos. Si bien es cierto que todos percibimos la realidad de maneras distintas, nuestras conductas y formas de vivir eran bastante homogéneas. Esto debido a que, a pesar de esas diferentes apreciaciones, muchísimas las dábamos por sentado, tales como: saludarnos fraternamente, reunirnos sin límites de aforo, movilizarnos sin restricciones, entre otras.

La afectación en la salud de la población mundial y la pérdida de familiares, amigos, conocidos y en general, de todas las personas que formaron parte de la tasa de mortalidad de la enfermedad siempre será leída como un hecho irremediablemente lamentable. Sin embargo, en otros estadios de la vida, distintos a la salud ¿nos atreveríamos a catalogar como absolutamente negativo el impacto de la pandemia? ¿será que sin pecar de sensibles e ilusos optimistas podemos rescatar algo de la pandemia en cuestión? En una apreciación personal, sí es posible encontrar luz dentro de esta novedosa actualidad.

En materia laboral la pandemia desempolvó algunas ideas, prácticas y formas de hacer las cosas. Y es que sin necesidad de la entrada en vigor de legislaciones específicas que regulasen teletrabajo u otras modalidades de prestar servicios en relación de subordinación, exclusividad y dependencia, estos tiempos ya nos invitaban y no tan silenciosamente a hacerlo. Descubrimos; o confirmamos, que trabajar desde casa es posible y no riñe con la sujeción a un horario. También aprendimos que se puede ser más efectivos cuando se trabaja cómodamente o con menos distracciones.

En este momento, no me resulta posible concluir si la utilización de herramientas tecnológicas para mantenernos disponibles cualquier día y a cualquier hora, genera la misma confianza que un apretón de manos con nuestros clientes. Tampoco es posible determinar si la eficiencia de estar juntos en un centro de trabajo es la misma a estar desperdigados desde las casas de habitación u otros lugares. Lo que sí es posible afirmar es que hay más formas de cumplir con las funciones de un cargo laboral, donde lo que prima es el ánimo de continuar y la responsabilidad de cumplir por convicción propia y por el compromiso con la operación de nuestros clientes. Surgieron nuevas formas de generar empleo y nuevos emprendimientos. La tradicional estadía en un lugar y en conjunto se ha visto superada por la responsabilidad individual, donde se sabe que la pandemia no afecta a todos por igual, y también se sabe que al valorar el dinamismo que toda actividad laboral imprime a la economía, es posible darle fuerza e impulso a la rueda sobre la cual viaja el colectivo. Independientemente de donde estemos en el día a día y de la forma en como resolvamos nuestras obligaciones, es claro que detenerse está prohibido.